Después de la nefasta visita de José Borrell, el «ministro de exteriores» de la Unión Europea a Rusia, comenzó una tormenta desatada, principalmente por su manifiesta ineptitud. Porque a vista de todos y ante la perplejidad de la parte rusa, nada más sentarse en la mesa soltó aquello de que la UE exigía la liberación de Navalni, que ya estaba condenado y no precisamente por su disidencia política.

Porque uno en la vida puede ser varias cosas, y así como el eminentísimo José Borrell es y ha sido ingeniero aeronáutico, economista, político multiministerio y ahora jefe de la «diplomacia» europea, Navalni además de bloguero protestón es un chorizo de los de «coge el dinero y corre», y por eso y no por otra cosa, está condenado en Rusia según el código penal ruso.

El ministro Lavrov, por el contrario es mucho más limitadito. Inició estudios en la Universidad de Relaciones Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, y toda su vida se ha dedicado solamente a la carrera diplomática.

Pero Borrell es político socialista europeo occidental, lo que equivale a Máster y Doctorado Cum Laude en Derechos Humanos autorizado a repartir derechazos humanos a diestro y siniestro en el mundo entero, sin cortarse ni un pelo.

Todo el mundo puede ver las imágenes y la traducción de lo que dijo Lavrov en aquella rueda de prensa. En España se tergiversó completamente el discurso, y los voceros de la rusofobia comenzaron a cacarear aquello de que Lavrov había dicho que en España no hay democracia. Hasta la verduleriana ministra de exteriores de España entró al trapo diciendo esa tontería de que «en el mundo hay 23 democracias y España es la número 23». Hoy por cierto es día 23 de febrero y se conmemora aquella entrada de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en el parlamento de la superdemocrática España.

Lavrov aún fue demasiado diplomático para mi gusto. Simplemente puso un dedito en la llaga, como avisando. Tocó el tema catalán delante del Alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, que casualmente también es catalán. Tema espinoso dentro de la UE, pues a Puigdemont y compañía no lo sueltan aunque España sea de los 23 magníficos.

Por cierto, si hay 23 democracias en el mundo y la Unión Europea son 27 estados… no me salen las cuentas. ¿Acaso hay países no democráticos en el seno de la Unión? Ay, ay ay, señora Laya… ¡No se lo ponga tan a huevo a los rusos!

Retomando lo de Lavrov y Borrell, cabe incluso pensar que el ministro ruso fue muy contenido. Podría haber hecho muchísimo más destrozo si hubiera recordado a Borrell aquello de los GAL, organizado por el gobierno del que formaba parte.

Para el que no lo sepa o no quiera acordarse, los GAL fue un grupo de mercenarios pagados por el Estado Español para asesinar terroristas de ETA en suelo francés. Y es un miembro de aquel gobierno quien se planta delante del ministro ruso de Asuntos Exteriores y le suelta que liberen a Navalny. Así, «porque yo lo valgo» en nombre de los Derechos Humanos y la Democracia.

Y de esta forma, Borrell que viajó a Rusia para ponerse una medallita, fue a por lana y salió trasquilado. Pero colorín colorado este cuento no ha acabado, porque cuando las inutilidades las provocan los inútiles con poder (vaya usted a saber cómo llegan éstos a ostentarlo) sus consecuencias no son pequeñas. Así que al volver a Bruselas el «Alto Representante» tuvo que enfrentarse a la petición de dimisión por parte algunos parlamentarios europeos. Y para lidiar con la situación y poder mantener el puesto (en eso sí que es Máster de verdad) tuvo que cambiar el discurso y decir ahora que hay que sancionar a Rusia porque se está alejando de los valores europeos, como si esos valores europeos fueran los Mandamientos de la Santa Madre Democracia de la nueva Roma que es Bruselas.

Después dijo Lavrov en una entrevista que se puede ver en Youtube, que Rusia rompería relaciones con la Unión Europea si ésta aplicaba sanciones que dañaran la economía de su país, su soberanía o sus legítimos intereses.

Ayer se reunieron los ministros de exteriores de los 27 (23+4) para decidir las sanciones a Rusia en base a un nuevo procedimiento que han importado de los EEUU y que se basa en sancionar a quien me de la gana bajo el pretexto de los derechos humanos. Pero los DDHH son un arma peligrosísima si se utilizan como argumento de base para sancionar a unos países por que así lo exigen bastardos intereses. Primero porque se prostituye su esencia y su universalidad cuando se aplican en su nombre sanciones a unos países sí y a otros no porque no interesa (Arabia Saudí, los países árabes en general, Israel, Turquía, son ejemplos flagrantes). Segundo porque finalmente los derechos humanos que son algo a alcanzar por todos los habitantes del planeta, al ser capitalizados por unos pocos en contra de otros muchos, se convierten en algo odiado, menospreciado y ya no deseado, sino aborrecido. Si la UE sigue por este camino no tardaremos mucho tiempo en ver quemar por todas partes banderas azules con estrellitas.. Nunca los derechos humanos deben enfrentarse a la identidad nacional. Y no hay que ser antropólogo para adivinar que los derechos humanos deben conquistarse y no imponerse, y que cada país y cada cultura tiene que recorrer su camino hacia esos derechos.

Dicho esto, sancionar a Rusia nada tiene que ver con los derechos humanos. Navalny está en la cárcel por una condena de hace años y que estaba en suspenso. Esa condena nada tiene que ver con su actividad pública como bloguero disidente. Navalny se presentó a las elecciones a la alcaldía de Moscú y obtuvo tibios resultados. Parece ser que la política de trabajar día a día en las instituciones no le interesó, pues no ejerció su labor de oposición en el ayuntamiento y se embarcó en aventuras más interesantes. Que los rusos no tengan confianza en un hombre que se pelea día sí día no con las fuerzas de seguridad, que llama a manifestarse en plena pandemia, que se resiste físicamente a su arresto, que insulta al presidente de la Federación durante el juicio y lo emite en directo en redes sociales, que denigra gravemente a veteranos de guerra nonagenarios… ¿es tan difícil de entender?

Ahora se impondrán unas sanciones. Pequeñitas. Contra un reducido grupo de funcionarios rusos. Se congelarán sus negocios y activos en la UE (yo si fuera alto funcionario ruso no tendría en la UE ni un kiosko). Y aquí paz y después gloria. La UE estará contenta. Borrell seguirá en su puesto. Navalny cumplirá su condena. El Nord Stream 2 se terminará y el gas ruso llegará a Alemania, y los rusos seguirán siendo rusos y defendiendo los intereses de la Federación Rusa en el exterior, aplicando su legislación en el interior y un poquito más alejados de Roma, perdón, de Bruselas.