Los periodistas ya no son lo que eran, de eso ya no cabe la menor duda. Yo no sé qué les enseñan en la facultad de periodismo, y hasta ignoro cómo es posible que hayan cursado incluso el bachillerato. Emplear el idioma consecuentemente y con coherencia al discurso es cosa fundamental, sobre todo en alguien que se gana la vida escribiendo.
Peor sería que la corresponsal fuera conocedora y consciente de las inconsistencias de sus publicaciones. Si paga a EL PAÍS el peaje de hacerse pasar por, digámos, «poco avispada», allá ella. Como siempre digo, todo el mundo tiene necesidad de comer, y de ahí el refrán aquel de dame pan y dime tonto.
Personalmente creo más bien esto último, y en un periodista, mucho más grave que la falta de recursos es el prostituirse a un dogma infame. Y cuando el periodismo se ejerce sólo con el ánimo de difamar con una labor diaria de zapa, para crear en la opinión pública un prejuicio xenófobo, se está prostituyendo la profesión aparte de a sí mismo.
Eso es lo que hace EL PAÍS casi diariamente en relación a Rusia. Prostituir el periodismo y chulear a los periodistas. Veamos un ejemplo con este titular:
El oligarca del oro ruso saca su imperio a bolsa.
Según la RAE «oligarquía» es:
Del gr. ὀλιγαρχία oligarchía.
1. f. Forma de gobierno en la cual el poder políticies ejercido por un grupo minoritario.
2. f. Grupo reducido de personas que tienen poder e influencia en un determinado sector social, económico y político.
Diccionario RAE
En el desarrollo del artículo, la periodista comenta que este señor no es especialmente amigo del presidente. E incluso ha aportado dinero a la causa del bloguero protestón Navalny en la investigación de uno de los Palacios de Putin.
Entonces yo me pregunto, ¿por qué un señor con dinero en Rusia es inmediatamente calificado como «oligarca», y jamás se califica de ese modo a un señor con dinero de España, Reino Unido o cualquier otro país occidental?
Yo mismo contestaré. Para EL PAÍS la tarea fundamental es generar rusofobia en sus lectores españoles. Poco a poco y en cada artículo se van poniendo ladrillos, levantando el muro del odio y la xenofobia. Hoy es un titular, mañana una pequeña noticia, una mentira si hace falta, una recapitulación de sus fobias, o una esquizofrenia enfermiza cuando sus valores entran en contradicción. Cualquier cosa les vale para regar la semilla del odio.
El oligarca del oro ruso saca su imperio a Bolsa
Alexéi Mordashov es una de las mayores fortunas de Rusia y ultima la colocación en el parqué de Londres de su grupo minero
De entre todas las historias de privatizaciones, oligarcas y fortuna que sucedieron al colapso de la Unión Soviética y los caóticos años noventa del siglo pasado, puede que la de Alexéi Mordashov sea de las más tranquilas; de las menos sangrientas. Aunque no por ello menos chocante y un tanto amarga. En un tiempo de asesinatos, secuestros e intimidaciones, nadie ha desenterrado aún esqueletos importantes del armario del multimillonario ruso del acero, discreto y de voz profunda, que en 2001, con apenas 35 años, tomó el control total de la privatizada siderúrgica Severstal, aunque lo hizo con colmillos de tiburón.
La misma acería de Cherepovets, en la región de Vologda, en la que habían trabajado sus padres, donde se habían conocido y se habían casado; y a la que entró, recién licenciado, como economista de taller, y donde, respaldado por el director, Yuri Lipujin, fue escalando y formándose. Cuando comenzó el proceso de privatización de la planta, en 1993, ya era director financiero. Y desde ese puesto, Mordashov y Lipujin comenzaron a comprar los vales de acciones que salieron a subasta y aquellos que se habían distribuido entre los obreros, quienes en su mayoría no sabían el valor de aquellos cupones y que estaban hambrientos de liquidez en tiempos especialmente difíciles. El objetivo, comentaron los directivos, era proteger Severstal de inversores externos que andaban a la caza de buenas piezas por todo el país; muchas veces con juego sucio. Sin embargo, no mucho después, el joven terminó apartando a su padrino soviético. Y se quedó con el control de la compañía, que ha convertido en una de las principales industrias del país.
Mordashov, de 55 años, casado tres veces y padre de siete hijos es la cuarta persona más rica de Rusia y está dentro del ranquin de las 100 más adineradas del mundo, según Forbes. El multimillonario es uno de los oligarcas rusos modernos. Licenciado en Economía por la Universidad de Leningrado, tiene un MBA de la Universidad de Northumbria, habla inglés y alemán con fluidez, y fue uno de los primeros en exigir a sus directivos formación en el extranjero. Fue, además, uno de los más firmes defensores de la entrada de Rusia en la Organización Mundial del Comercio (OMC). A diferencia de la mayoría de multimillonarios rusos, vivía hasta hace poco en su ciudad natal, Cherepovets.
Ha diversificado su fortuna y además del gigante siderúrgico, que ha convertido en un gran conglomerado, tiene intereses en minas y equipos eléctricos; participaciones en un potente operador de telefonía móvil, Tele2; una cadena de hipermercados física, Lenta, y otra online (utkonos); empresas turísticas, como el turoperador alemán Tui; un 5,5% del banco Rossiya (sujeto a sanciones occidentales y propiedad de uno de los hombres más cercanos al presidente ruso, Vladímir Putin); un grupo de clínicas; un par de aeropuertos; centros sanitarios y medios de comunicación.
Colocación en Londres
El oligarca, que tiene una fortuna estimada en más de 22.000 millones de dólares —la mitad de la cual proviene ya de fuera de la industria del acero—, planea sacar a Bolsa su compañía minera Nordgold en Londres a partir de este verano, según The Wall Street Journal. Mordashov, que aparcó una operación similar en 2017, busca aprovechar así el repunte del precio del oro, que ha subido un 57% desde el verano de 2018. La colocación de Nordgold podría valorarla en más de 5.000 millones de dólares. La minera, que se estableció en 2007, produce un millón de onzas de oro al año y desde 2013 ha construido tres minas de oro, dos de ellas en Burkina Faso y el que es su nuevo yacimiento insignia en Rusia, la mina Gross, al suroeste de Yakutia.
Ahora enfrenta un desafío mayúsculo. El magnate del acero, el oro y el turismo ha empezado a transferir parte de su fortuna a dos de sus hijos, Kirill y Nikita (21 y 20 años), de su segundo matrimonio. Una maniobra pionera en un país en el que no ha habido precedentes de traspaso de grandes fortunas por herencia en casi un siglo, desde la revolución bolchevique de Octubre de 1917, apunta el analista Alexander Yakovlev. Y aspira a hacerlo sin desestabilizar el negocio.
El oligarca ya ha comenzado. Y de manera bastante silenciosa cedió una participación del turoperador Tui y el 65% de la minera Nordgold a sus dos vástagos. Aunque hace solo unas cuantas semanas, Mordashov despojó a Nikita de esa participación en el negocio familiar; al menos, de momento. El chico fue expulsado por malas notas de la una de las más prestigiosas de universidades de Rusia, donde estudiaba Economía, y su padre no estaba contento. Así que, en vez de buscarle un buen puesto en alguna de sus compañías, como han hecho otros oligarcas, que también suelen colocar a sus hijos en puestos gubernamentales, le envió a cumplir el servicio militar. Mordashov, que ha llegado a decir que el nepotismo “crea desafíos comerciales”, ya había advertido que sus descendientes necesitarían experimentar la vida real, trabajando para otros.
Cómo afrontar un proceso de traspaso o herencia en un país que ofrece un marco normativo poco claro y cuyo entorno empresarial continúa dependiendo de acuerdos y garantías informales es un reto no solo para Mordashov. Algunos analistas creen que el oligarca del acero comenzó el proceso para amortiguar el impacto de las posibles sanciones estadounidenses o de la Unión Europea. Una de sus compañías, Power Machines, ya fue sancionada por hacer negocios en Crimea después de que Rusia se anexionara esa península ucrania en 2014. Aunque la economista Anastasia Rudenok, especialista jefe en la corporación estatal Rostec, apunta que aunque esa empresa sufrió pérdidas, también recibió una serie de licitaciones estatales en Rusia, lo que ayudó a “compensarlas en parte”.
El magnate, cree Rudenok, no se mueve para sortear posibles sanciones, sino por el deseo de incluir a sus herederos en el proceso de gestión de activos y “flexibilizar” el negocio. También para protegerlo contra las guerras de sucesión si muere o deja el negocio, añade el experto Yakovlev.
El nombre de Alexéi Mordashov se incluye en una lista de 200 magnates y figuras políticas rusas cercanas al Kremlin elaborada por EE UU, que podría servir como guía para más sanciones. Por supuesto es cercano al presidente Putin, como todos los magnates en un país donde impera el contrato no escrito por el que se espera que los oligarcas abran sus arcas para apoyar los objetivos del Kremlin. Aunque no habita el séquito del líder ruso de manera cotidiana, a diferencia de los hermanos Rótenberg, amigos de la infancia del presidente; Igor Séchin, jefe de Rosneft y antiguo agente del KGB, como el líder ruso; Alexéi Miller, que encabeza Gazprom y cercano a Putin desde su época de San Petersburgo.
Sin embargo, el magnate del acero también aparece como donante en la investigación del opositor Alexéi Navalni sobre el supuesto palacio multimillonario de Putin en el mar Negro o como uno de los donantes al hombre señalado como testaferro del presidente ruso en los papeles de Panamá.