Ya tenemos nueva publicación de la Investigadora Principal del Real Instituto Elcano Mira Milósevich. El tema es muy parecido al que trató en la anterior, titulada Rusia y el COVID-19: entre contención, oportunismo y desinformación. En el corto plazo de cuarenta días nos ofrece otra entrega que es más de lo mismo. Seguramente le quedaba material de desecho con el que ha podido montar otro artículo, que aporta poca cosa.
Empieza fijando el tema, que es el de siempre. Rusia y la «desinformación«, palabra talismán que mueve mucho dinero del contribuyente europeo. Esta paranoia antirrusa, permite vivir a mucha gente, y vivir bien. A continuación empieza a enumerar los mismos tópicos de siempre, aunque admite que el Kremlin no está detrás de la desinformación, ¡vaya por Dios!
Lo más chocante es ese doble rasero que emplean cuando juzgan los hechos según caen en uno u otro bando. Si las barbaridades que dice Trump las insinuara Putin, se tirarían como lobos a la sangre. Cuando los periódicos rusos dicen ciertas cosas, están desinformando. Si cosas parecidas las dicen los medios occidentales se trata de libertad de expresión.
Son los prejuicios rusófobicos de siempre. Analizaremos el artículo con comentarios. Pueden ver el texto en su medio original aquí.
¿Por qué hay que analizar y comprender las campañas de desinformación de China y Rusia sobre el COVID-19?
Mira Milosevich-Juaristi. ARI 58/2020 30/4/2020
Tema
Conviene estudiar las campañas de desinformación de Rusia y ser consciente que China está aprendiendo rápidamente de ellas.
El tema, pues el de siempre, «su tema».
Resumen
En enero, al comienzo de la crisis del COVID-19, los medios de comunicación rusos financiados por el Kremlin difundían las narrativas fabricadas por los medios oficiales chinos sobre el origen del virus. Sin embargo, a partir de marzo, cuando los países europeos empezaron a introducir medidas de emergencia, Rusia comenzó a aplicar las mismas tácticas de desinformación utilizadas en sus campañas anteriores, con el objetivo de cuestionar la credibilidad de las instituciones democráticas de la UE y de EEUU y su capacidad para gestionar la crisis sanitaria.
Hay indicios de que las campañas de desinformación no están coordinadas por el Kremlin, es decir, de que no hay una estrategia del gobierno ruso detrás de ellas, pero los medios de comunicación que forman parte del “ecosistema” de desinformación e influenciapolítica creado y financiado previamente por el Kremlin (Sputnik, RT, Pervy Kanal, rubaltic.ru, etc.) han adaptado su actividad habitual al contexto de la pandemia.
Aunque no existe una coordinación entre los medios de comunicación rusos y chinos, es evidente que China está aprendiendo muy rápido las tácticas de desinformación rusas y que ambos países combinan las campañas de desinformación con la propaganda –“la diplomacia de las mascarillas”– para presentarse como países responsables y solidarios.
No hay evidencia de que España haya sido un objetivo de las campañas de desinformación, aunque sí dos entidades multilaterales –la UE y la OTAN– de las que forma parte.
El impacto de la desinformación es muy difícil de medir, pero por ahora está claro que acaba de abrirse el debate sobre quién gestiona la pandemia con mayor eficacia: las democracias o las autocracias.
¡Vaya! Antes se decía que había indicios de que el Kremlin estaba detras. Highly probably que dicen los ingleses. Luego que no habían pruebas. Despues que no hay indicios, y ahora por fin que «hay indicios de que las campañas de desinformación no están coordinadas por el Kremlin».
Análisis
¿Por qué hay que analizar las campañas de desinformación específicas de China y Rusia?
A diferencia de los conflictos políticos o armados, que son regionales, la crisis del COVID-19 afecta a todo el mundo. La pandemia es terreno fértil para la infodemia, la acumulación de demasiada información sobre el COVID-19, así como para la desinformación. Hay ejemplos de desinformación por ignorancia, como la propuesta del presidente Donald Trump de inyectar un desinfectante en humanos y usar la luz solar para luchar contra el COVID-19, pero también con intención y premeditación, como lo ha hecho el gobierno chino al divulgar la noticia de que los militares estadounidenses introdujeron el virus en China. Esta es la diferencia básica entre los bulos y la desinformación: en el caso de los bulos no existe la intención de engañar; en el caso de la desinformación sí, porque detrás de ella hay el objetivo político de desacreditar, confundir y debilitar al adversario.
El doble rasero de siempre.
¿Por qué es importante analizar las campañas de desinformación específicas de Rusia y China?
En primer lugar, porque según los datos de EUvsDisinfo, un informe interno de la Comisión Europea, y del East Stratcom Task Force del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), China y Rusia están aprovechando el contexto de esta crisis e intentan dar forma a las narrativas internacionales sobre la pandemia en su beneficio. Además, el número de casos de desinformación están aumentando: entre finales de enero y el 5 de marzo de 2020, hubo 79 casos, a finales de marzo 188 y a mediados de abril 283 casos, según los datos de EUvsDisinfo.
EUvsDisinfo y East StratCom Task son dos caras de la misma cosa, como se puede ver en su propia página, aquí. De hecho dicen que EUvsDisinfo es el proyecto emblemático de East StratCom. Hablé sobre ellos en esta entrada.
Por otra parte, tenemos una larga experiencia de la desinformación rusa. Rusia inventó el concepto de desinformación como instrumento de influencia política hace casi un siglo. Sus recientes campañas arrancan de 2008, relacionadas con la guerra de Georgia. Después de estas, los medios de comunicación rusos se implicaron en las campañas de desinformación en relación con el conflicto de Ucrania, la anexión de Crimea, las elecciones presidenciales de EEUU de 2016, el Brexit, el referéndum ilegal de Cataluña y las elecciones europeas.
Para la Investigadora Principal los rusos han inventado la desinformación. Si la señora Milosevich en vez de haber nacido en Yugoslavia lo hubiera hecho en España, tendría más presente en su ánimo la Leyenda Negra, alimentada por ingleses y holandeses entre otros, al recordar la historia de la desinformación. O el papel de la prensa norteamericana para justificar la entrada de Estados Unidos en la guerra contra España, que causó la pérdida de Cuba y Filipinas. O aquel numerito de los polvos mágicos que Colin Powel se sacó del bolsillo en el Consejo de Seguridad de la ONU para justificar la guerra de Irak. Pero solo se acuerda de los rusos de Sputnik y RT, no de Hearst o Pulitzer.
Existe un “ecosistema” compuesto por los medios de comunicación financiados por el Kremlin –como RT, Sputnik, Pervy Kanal y rubaltic.ru– y también sites registrados fuera de Rusia pero dedicados principalmente a temas rusos y con una agenda abiertamente pro-Kremlin –como Russia-Insider, Russian-Faith, The Duran, The Saker, Global Research, Veterans Today y The Alt World. Todos ellos, junto con las redes sociales como Facebook y Twitter, fueron y son los vehículos de difusión de la desinformación sobre la UE, la OTAN, EEUU y países particulares como Polonia, Ucrania y los Estados bálticos. Los objetivos principales de dichas campañas eran y son debilitar la relación transatlántica, fomentar la división entre los aliados y desafiar la credibilidad de las instituciones democráticas.
La tercera razón por la que es importante analizar las campañas de desinformación chinas y rusas es que China está aprendiendo muy rápidamente sobre las tácticas rusas. Esta es la mayor novedad en las campañas vinculadas al COVID-19. Dichas tácticas incluyen el uso de canales oficiales para propagar teorías conspirativas y luego divulgarlas por los medios de comunicación que dependen de financiación estatal y las redes sociales. Aquí se percibe claramente un cambio en la estrategia informativa-manipuladora de China, que tradicionalmente estaba enfocada en negar acceso a la información sobre el régimen. Sin embargo, debido a la erosión de la imagen del gobierno comunista por su gestión de la epidemia convertida en pandemia, el gobierno chino adoptó tácticas rusas, más agresivas, que no consisten ya en controlar la información, como lo había hecho hasta ahora, sino en acusar a los militares estadounidenses y sembrar confusión sobre el origen del virus y sobre la gestión de la crisis en los países democráticos.
La cuarta razón es que tanto Rusia como China, a pesar de sus diferentes objetivos políticos y falta de coordinación mutua, están combinando las campañas de desinformación con propaganda, en la llamada “diplomacia de las mascarillas”.
China está empeñada en una ofensiva diplomática para posicionarse como el líder en la ayuda humanitaria a otros países. Como el mayor productor del mundo de material sanitario, China intenta usar el poder blando para presentarse como un país responsable y borrar de nuestra memoria su pésima gestión del comienzo de la epidemia en Wuhan. Ahora bien, sus esfuerzos son vistos con mucho escepticismo por los países occidentales. Esto se debe, como afirma Joseph S. Nye, al hecho de que el poder blando no se basa en la propaganda, sino en la atracción: la mejor propaganda no es ni puede ser poder blando.
Las mismas fuentes que en el artículo de hace cuarenta días.
Los informes confusos sobre el envío de suministros médicos de Rusia a EEUU y sobre la llegada de equipos militares rusos a Italia (con el marbete From Russia with love), supusieron una victoria propagandística para Rusia. En el caso de EEUU, el Kremlin logró introducir los productos de empresas bajo sanciones estadounidenses. En el caso de Italia, aunque incluso el 80% del equipo entregado es inapropiado y defectuoso, el Kremlin logró lanzar un ataque propagandístico contra la UE: “Rusia está ayudando a Italia y la UE no”.
Esto es tan repugnante que hasta da asco. Y es lo que ha indignado profundamente a los rusos. El periódico italiano La Stampa pronunció esa sentencia sin citar ninguna fuente conocida. Claramente los prejuicios xenófobos del periódico, de conocida linea editorial antirrusa, han sido recogidos sin más por todos los corifeos de la rusofobia. La señora Milosevich no podía ser menos. Sin citar ninguna fuente, sin enumerar esos productos defectuosos ni porqué son defectuosos, sin dar ninguna prueba… sin más. Ser desagradecido es lo más mezquino que hay en la vida. Dice el refrán español «De bien nacido es ser agradecido». Saquen sus propias conclusiones.
La desinformación rusa en el contexto del COVID-19
Durante el mes de enero de 2020 los medios de comunicación rusos divulgaron narrativas de teorías conspirativas sobre el origen del virus procedentes de los medios de comunicación chinos, esto es, que EEUU había creado el COVID-19 en un laboratorio y que militares estadounidenses lo introdujeron en China.
El primer caso de desinformación específicamente ruso sobre el actual COVID-19 fue una historia de Sputnik, afirmando que el extraño nuevo virus en China “probablemente se fabricó en los laboratorios de la OTAN” y que EEUU creó el coronavirus como un arma contra China y su economía.
A mediados de marzo de 2020, la UE publicó un informe interno para subrayar que “se está llevando a cabo una importante campaña de desinformación por parte de los medios de comunicación estatales rusos y los medios pro-Kremlin en relación con el COVID-19”. Según este informe, “la campaña está diseñada para exacerbar la confusión, el pánico y el miedo, y para evitar que la gente acceda a información fiable sobre el virus y las disposiciones de seguridad pública”. El documento de la UE señala que hay pruebas de que los medios favorables al Kremlin a menudo no son autores de la desinformación por sí mismos, sino que amplifican los informes falsos o sin fundamento de otras fuentes. “Estos esfuerzos están en línea con la estrategia más amplia del Kremlin de intentar subvertir las sociedades europeas desde dentro explotando sus vulnerabilidades y divisiones”.
Ya no sabe qué decir. Si analizaran los medios de los países occidentales se darían cuenta de que no existe diferencia significativa en cuanto a bulos y falsedades con respecto a los medios rusos. la estupidez abunda y no conoce fronteras.
Hay varias narraciones que apuntan a la UE. Tanto EUvsDisinfo como East Stratcom Task Force, que con regularidad monitorizan la desinformación de los medios de comunicación rusos, subrayan que hay tres tipos de narrativas falsas que se refieren a la UE. Parece que las tres representan una nueva variación de los mensajes de la desinformación de la época soviética: “Occidente/Europa/EEUU están en plena decadencia o muertos”. En el contexto de pandemia, este mensaje se transforma en:
- “La UE está fallando en la pandemia; la Unión está a punto de colapsar junto con la zona Schengen sin fronteras.
- “La UE es egoísta y traiciona sus propios valores”. En Ucrania, por ejemplo, los mensajes catastróficos sobre el inminente colapso de la UE se combinaron con el retrato de Ucrania como un “Estado fallido” que fue “abandonado por sus aliados europeos”.
- “La UE está aprovechando la crisis para avanzar en cumplimiento de sus propios intereses”. Esta narración es menos prominente, pero se divulgó en relación con Georgia, donde supuestamente el gobierno de Tbilisi estaba violando “la frontera con Ossetia del Sur, con la ayuda de la Misión Europea que monitoriza el conflicto”.
Como han indicado el informe interno de la UE y EUvsDisinfo, hay indicios de que las campañas de desinformación no están coordinadas por el Kremlin, es decir, no hay una estrategia del gobierno ruso detrás de estas campañas de desinformación, pero los medios de comunicación que forman parte del “ecosistema” de desinformación e influencia política creado previamente por el Kremlin han ido adaptando sus narraciones al contexto de la pandemia. Incluso, los miembros del gobierno intentan paliar el daño hecho por el “ecosistema” de la desinformación. Por ejemplo, el ministro de sanidad, Mikhail Murashko dijo el pasado 6 de abril en Pervy Kanal (el Canal 1 de la TV estatal rusa): “Después de todo, ahora la mayoría afirma que se trata de un virus natural, que se ha adaptado para coexistir con los humanos. No veo ninguna razón para dudar de ello”.
Ya no es el gobierno ruso, sino los medios. Ahora bien, si esos medios critican la gestión que se está haciendo en la Unión Europea del COVID-19, están desinformando. Pero si La Stampa dice que el 80% del material ruso enviado a Italia en más de una docena de aviones era defectuoso o inservible, están ejerciendo el derecho a la libertad de prensa. Aunque lo digan sin más pruebas que sus palabras sobre una «fuente anónima».
Después de años de estrategias de comunicación y desinformación negativas, el “ecosistema” de desinformación e influencia política ha cobrado autonomía y a veces supone “fuego amigo”. Además, en este punto, se advierte el síndrome ruso del “doble”: todo lo que ha ocurrido y está ocurriendo en los países de la UE se ve como un espejo de lo que pronto puede suceder en Rusia, por lo que el Kremlin intenta suavizar las narrativas negativas sobre los europeos. En enero los medios de comunicación rusos se rieron del pánico de los europeos que compraban compulsivamente papel higiénico, subrayando que “la crisis ha puesto al descubierto la debilidad de Europa”. Cuando el coronavirus llegó a Rusia, resultó que los rusos empezaron a comprar papel higiénico de la misma manera.
Ya no sabe por donde ir… ¿Intenta el Kremlin desinformar? ¿Intenta suavizar la narrativa negativa sobre los europeos? ¿En qué quedamos?
El impacto de la desinformación china y rusa sobre el COVID-19
El impacto de la desinformación es muy difícil de medir. Primero, porque la interferencia extranjera comienza en casa. Tenemos que prestar atención a nuestras vulnerabilidades, porque la desinformación extranjera se nutre de ellas. Los medios de comunicación occidentales criticaron mucho la falta de solidaridad de la UE al comienzo de la pandemia. Pero, mientras en nuestras sociedades la crítica forma parte de la libertad de expresión, en el caso de la desinformación la crítica se usa como una forma de ataque al sistema democrático.
Más etnocentrismo supremacista. Si nosotros hacemos algo es libertad de expresión. Si lo hacen los rusos es que nos atacan. Pero nosotros no les atacamos, claro.
En el contexto del COVID-19 hay, al menos, dos impactos diferentes de la desinformación. Uno es el doméstico: se trata de la desinformación en casa, con el objetivo de blindar el régimen y presentar la gestión del gobierno propio como siempre mejor que la de los países occidentales. La falta de transparencia en la gestión de la crisis del COVID-19 en China y Rusia, empezando por el número de contagiados y muertos, no sólo es una consecuencia de sus regímenes autoritarios, sino también el fundamento mismo de la desinformación dirigida en primer lugar a su propia población y luego al mundo entero.
Dudar de los datos sin aportar pruebas, igual que La Stampa. Prejuicios sin más.
El otro impacto de la desinformación se produce fuera de China y Rusia. En el exterior pueden distinguirse diferentes niveles de desinformación. Los contenidos del canal RT en español ocupan la posición 12ª entre los más compartidos en las redes de Twitter y Facebook con respecto al coronavirus.
La teoría conspirativa sobre el origen del virus es, por ahora, la que consigue mayor impacto comprobado de desinformación. Tanto en EEUU como en España, el 29% de los encuestados en sondeos de opinión pública creen que el coronavirus fue creado en un laboratorio.
¿Nos quiere hacer creer que eso es obra de los rusos? Va a resultar que el diablo existe y habla la lengua de Pushkin.
No hay evidencia alguna de que España haya sido el blanco de las campañas de desinformación rusas. Sin embargo, los españoles, como ciudadanos de un país miembro de la UE y la OTAN, deberían ser conscientes de que los regímenes chino y ruso tratan de desacreditar a ambas instituciones. El impacto de la desinformación más difícil de medir es el de las narrativas emprendidas por China e imitadas por Rusia, acerca de la eficiencia de los sistemas autoritarios en la lucha contra la pandemia, en contraste con el caos de la gestión de la crisis en las democracias liberales.
Conclusiones
Las campañas de desinformación, en combinación con la propaganda china y rusa, implican la “promoción del autoritarismo” como respuesta a la “promoción de la democracia” y de los valores liberales que los países occidentales mantienen desde el final de la Guerra Fría. Además, los autócratas aman las crisis porque son oportunidades para consolidar su poder y el control de la población, bajo el pretexto de la defensa del interés común.
La UE y la OTAN ya han tomado medidas para contrarrestar las narrativas de desinformación y propaganda. La UE cuenta con EUvsDisinfo y con el East Stratcom Task Force (entre otras instituciones que se dedican a contener la desinformación). El pasado 15 de abril, los ministros de Defensa, en una reunión virtual de la OTAN, debatieron la importancia de contener los crecientes niveles de desinformación y propaganda impulsados por actores estatales y no estatales. España, aunque no es un blanco para las campañas de desinformación, debería solidarizarse con sus aliados que sí lo son.
Lo que queda por hacer, y lo que influirá en el futuro de la relación transatlántica (entre otros factores mucho más complejos), es que las democracias liberales se coordinen tanto para la lucha contra la pandemia como para la defensa de sus valores, e impidan que dos Estados autoritarios se erijan en paradigma de gestión exitosa. Por eso es importante analizar y comprender los contenidos y los objetivos de las campañas de desinformación emprendidas desde China y Rusia.
Acaba como acababa Stoltenberg, pidiendo que no se olviden del problema ruso. Hay que estar vigilantes y se necesita más dinero del contribuyente para combatirlo. Respecto a si las «democracias liberales» han atajado mejor o peor la crisis, solo hay que ver los números. Al principio, cuando Rusia cerró la frontera con China a finales de enero, los medios occidentales criticaron la medida. Cuando empezaron a poner en cuarentena a los que llegaban de países infectados, criticaron la medida. Cuando empezaron a imponer duras sanciones a los que incumplían la cuarentena, criticaron la medida. Luego, las «democracias liberales» han ido haciendo lo mismo, pero miles de muertos después. Han cerrado fronteras, han confinado y han sancionado. Pero todo en consonancia con los derechos y libertades que se merecen nuestros ciudadanos, claro. Total, los muertos ya no pueden votan.
Mira Milosevich-Juaristi
Investigadora principal del Real Instituto Elcano y profesora asociada de Russia’s Foreign Policy del Instituto de Empresa (IE University) | @MiraMilosevich1